miércoles, 6 de noviembre de 2013


Hoy he tenido un día un poco así.




Me siento muy avergonzada. Mientras veo cómo hablan de una ciudad entera en otras cadenas, me pregunto qué habré hecho yo.
Un señor nos dice que ya no. Que no hay posibilidad de seguir proporcionando unos valores culturales a una sociedad que, cada vez, más lo necesita. La demagogia de un personaje que con sus palabras, intenta preservar una esperanza tonta. 

En las redes sociales y en la vida real, a veces se escucha (por lo menos yo lo he hecho) ciertas palabras ofensivas. No hacia mi persona sino hacia el mundo, hacia la vida. 
No habitúo a hablar de temas serios por este tipo de cosas. No me gusta que se malinterpreten mis palabras, detesto que se confunda una opinión mal estructurada. Prefiero oír y desarrollar mi yo interior, para estar segura de mis palabras cuando toque hablar. 
¡Qué mala suerte que no todos sean como yo! No me considero virtuosa por ello, pero a veces, ser precavida te salva de tener que avergonzarte de tus palabras. Alguna vez lo he hecho y es uno de los peores sentimientos que he podido conocer.

La cuestión es que escuchas ciertas opiniones que parecen haber caído del cielo. Unas deducciones que parecen haberse enredado entre la neurona. Una mentalidad ruda. 

Creo, y aquí comienza mi opinión, que el hecho de salvaguardar una cadena autonómica no supone aceptar contratos desmesurados e innecesarios, no incluye aceptar una información objetiva y manipulada, ni comprar emisiones millonarias. Es algo más. 
Verás, yo no hablo valenciano en casa, no participio más que en las Fallas, no me considero una valenciana nacionalista. Sin embargo, no comprendo que existan ciertas personas que no entiendan lo que supone dejar de lado una cultura. Hoy creo que nos merecemos la libertad y los derechos que durante tanto tiempo nos han quitado. 
¿Mañana?
Quizás también.



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